Crónicas de mi Aldea VII
(A la memoria de Julio)
Bebo Ipiña…
La mancha de nicotina en los dedos de su mano derecha, denotaba a un empedernido fumador de cigarrillos, muy a tono con el temperamento hiperactivo que nada tenía que ver con la jovialidad que le acompañaba desde la mañana hasta la noche.
Benito Domingo Ipiña Díaz, era todo un personaje y merece, a su memoria, un diminuto espacio en las historias que trata de llevar de la mano Bárbara María para que queden retenidas en el tiempo y alguien pueda contarlas después.
Enrolado en los trajines de la Revolución, desde antes de enero de 1959 Bebo arriesgó el pellejo más de una vez, luego de la clarinada que trajo los barbudos rebeldes a los llanos de la Isla, fue de los primeros en montarse en el carro que pretendía seguir el camino recto y cambiar la vida de los cubanos.
Estuvo en todo, en el proyecto de la Junta Central de Planificación (JUCEPLAN), en aquello que ponía en su lugar a los bienes malversados por los ricachones, en la intervención y nacionalización de medianas y pequeñas empresas, fue a Playa Girón, como miliciano y a la limpia del Escambray.
Presumía de guardar aquella muda de ropa de pantalón verde olivo y camisa de mezclilla azul, uniforme de las Milicias Nacionales Revolucionarias que ayudó a fundar.
Pero Bebo, luego de dar tumbos por el sector del transporte, la economía y hasta el comercio, llegó un día a la oficina de Personal del ingenio para quedarse.
Tenía el privilegio de memorizar la plantilla completa de los turnos del Central, incluyendo la llamada cuarta brigada, que se instituyó para dar un “descanso” a los obreros que, durante toda la campaña azucarera, trabajaban sin parar en los turnos rotativos.
Hoy en términos de nuevas tecnologías se pudiera afirmar, sin temor a equivocaciones, que Bebo poseía un disco duro de más de 120 gigabytes y un micro a toda velocidad.
A cualquier hora podía encontrársele o en los molinos, en los tachos o en la refinería, daba igual, pasaba por el taller de ferrocarriles o al almacén donde siempre estaba el viejo Cuétara, dispuesto a un chiste de buen gusto.
Si faltaba un tornero Bebo sabía a quien buscar y, es más, el que podía sustituir si al que iban a buscar no estaba disponible. Cuando sonaba la sirena de las 2.30 de la madrugada para el cambio de turno, era fácil verlo en la entrada principal del ingenio para precisar detalles, evitar que la fabrica se parara por falta de alguna persona clave y luego salir, atravesar el trecho hasta su casa de La Calle del Correo, con un cigarro entre los dedos manchados de nicotina.
Bebo Ipiña no tenía igual, ni siquiera Polito el Listero, que presumía de conocer a todo el mundo en el Central podía comparársele.
Debajo de aquella reluciente calva y detrás de unos espejuelos de carey, había un ser humano formidable. Bárbara María le conoció bien, sus primeros pasos laborales fueron a su lado.
Ella volaba encima de la máquina Olivetti Línea 98 cuando él, con cariño de padre, le pedía un documento urgente o la actualización de la plantilla de zafra.
Aquella triste mañana, cuando se supo la noticia del accidente de Lázaro, el soldador que, violando las normas de protección e higiene del trabajo, desabrochó antes de tiempo la soga que le protegía y los molinos se lo tragaron, Bebo, que a veces parecía inconmovible por “los palos que le dio la vida” lloró entre la gente…
14 de mayo de 2010 1.50 p.m
(dos días después del cumpleaños de Bebo)
4 comentarios
Carlos -
Saludos
barbarisima -
No puedo dejar de reirme...realmente me parece que es una broma ja ja
Tuviste que ir directo a lo que dice la RAE, yo hablo de esa otra ira, la que tienen en el fondo del corazón los cubanos que abandonaron, que prefirieron ir a buscar las migajas que le ofrecen en otras partes.
En esta bella Isla viven personas que no simpatizan con el sistema social, y tienen los mismos derechos.
Por suerte no soy bloguera oficialista de nadie. Como te habrás dado cuenta en mi sitio hablo tanto de un espectáculo cultural, de mi hijo, de la playa más linda del mundo, como de Fidel. Nadie me dicta la política que tengo que seguir en mi blog.
Coincido en no endiosar a los hombres.
Me gusta el debate, lo disfruto, creo que te lo he dicho otras veces, fíjate que publico todos tus comentarios, aunque no pensamos igual. Pero fíjate eres tú el que entras a mi sitio, yo no entro al tuyo, por lo tanto, YO pongo las reglas.
También siento mucho amor por el ser humano y confío en los hombres de verdad, en los que piensan en los demás y aseguran que es posible un mundo mejor.
Aquí, amigo mío, la víctima eres tú.
Saludos
Carlos -
(Del lat. ira).
1. f. Pasión del alma, que causa indignación y enojo.
2. f. Apetito o deseo de venganza.
3. f. Furia o violencia de los elementos.
4. f. pl. Repetición de actos de saña, encono o venganza.
descargar la ~ en alguien.
1. loc. verb. Desfogarla contra él.
~ de Dios.
1. loc. interj. U. para manifestar la extrañeza que causa algo, o la demasía de ello, especialmente cuando se teme que produzca sus malos efectos contra nosotros.
llenarse alguien de ~.
1. loc. verb. Enfadarse o irritarse mucho.
Si, creo que se lo que es la IRA. La siento en muchos de los actos de repudios organizados por tus jefes. La siento en las consignas que repiten pioneritos inocentes que leen un comunicado escrito por el director y revisado por el nucleo del PCC de la escuela.
Sabes tu lo que antonomiza con la IRA, el amor. El mismo que yo siento por todas las victimas de ese sistema, y eso te incluye a TI.
Saludos.
Carlos -
Yo al menos soy un hombre libre como lo fue el, incluso estando en el presidio politico, Marti fue libre siempre.
No tengo su talento pero tambien soy maestro. El fue mejor escritor, poeta, periodista, hijo y mucho mejor cubano que yo, pero yo he sido mejor esposo y mejor padre que el. Nadie es perfecto!
A el le gustaba la Ginebra y a mi el Votka y en mi juventud, fui tan mujeriego como el.
Marti era un hombre, no un dios inigualable. Yo hace rato que aprendi a estudiar a los hombres como lo que son, hombres y no dioses. Yo no endioso a nadie como hacen ustedes, sobre todo despues que mueren, por si aquello de que cambien.
saludos