A PROPOSITO DE UNA CUMBRE IBEROAMERICANA
A propósito de una Cumbre Iberoamericana
por: José R. Sousa Ojito
profesor de la Universidad de Matanzas (Cuba)
Entiendo y doy las gracias a los presidentes Chávez, Ortega y Evo los más presidentes-, por haber dicho con valentía y arrojo lo que dijeron en nombre de todo un continente que, justamente, necesita que se le represente de ese modo.
Entiendo y doy las gracias a Lage por su oportuna intervención y por su partidismo. Con seguridad el pueblo español sabrá agradecerte y decirte: tienes razón porque Zapatero, más que citarnos para defender lo indefendible, debió disculparse en nuestro nombre.
Lo que no entiendo es por qué han criticado por insolentes a los presidentes Chávez y Daniel Ortega. Lo descortés, lo irreverente, es no atender una pregunta que se hace, más aún, si esa pregunta viene de un Rey.
¿Por qué no te callas?, preguntó el Rey a Chávez y éste, apoyado por Ortega, le contestó de una manera que yo interpreto y sintetizo así:
Porque llevamos siglos guardando un silencio que nos corroe.
Porque nuestros pueblos necesitan que se conozca lo que piensan por ellos mismos y no por voceros ajenos o por títeres que no defienden sus intereses.
Porque es hora ya de que se nos respeten y de que no ignoren más nuestras historias de luchas y de victorias.
Porque tenemos una cultura propia que defender en la que está insertado un pensamiento históricamente progresista y humanista, que nada tiene que envidiarle al ideario de ningún otro continente.
Porque nuestros pueblos se han cansado de oír fórmulas con apariencias de respeto y buenos modales para encubrir, en definitiva, otras variantes de explotación, dependencia y sometimiento.
Porque llegó la hora de mostrar los rostros verdaderos -algo que sabemos hacer con mucho coraje los patriotas iberoamericanos-, de los que realmente defienden los intereses de nuestros pueblos y de los que, promulgado hacerlo con apariencias izquierdistas, hacen exactamente lo contrario.
Porque este, nuestro continente, ha dicho ¡basta! y ha echado a andar e intentar detenerlo por vías violentas -cualquiera sea su apariencia-, no hará otra cosa que acelerar su paso de gigante con nuevos cantos de guerra y de victoria.
Porque ha llegado la ahora que en ésta y en cualquier otra tribuna internacional, no hablaremos sólo de Túpac Amaru, ni del Gral. Simón Bolívar ni de José Martí, ni de Augusto César Sandino; sino que hablaremos como ellos.
Porque a partir de ahora, no nos verán más con la ridícula levita con que han vestido al indio para disfrazarlo de presidente. Vendremos con nuestros atuendos de Caciques listos para la guerra.
Así que, por lo entendido, y porque también entiendo aquel Baltasar (drama oriental en cuatro actos y en verso, escrito en 1858), le doy las gracias a Gertrudis Gómez de Avellaneda, por facilitarme, al parafrasear su rima, poder decirle además todo esto, al Rey Juan Carlos, de una forma más lirica:
Le pido, Majestad, aquel respeto a que tienen derecho las desgracias.
No de orgullo nuestras naciones se precian,
y aunque ya no puede acatar el cetro que, ni usted mismo dispone,
le piden con respeto, que se guarde ese autoritarismo, o esos dones
que en nuestra humildad, nuestros corazones desprecian
Sí Rey, los despreciamos, porque si intenta hacernos callar
o comprar nuestras ideas, que son nuestro tesoro:
No alcanzan del mundo todo el oro, ni son nada en su frente cien coronas.
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