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Crónicas de mi Aldea VI

Crónicas de mi Aldea VI

(Para complacer a los numerosos amigos y amigas que me solicitan la continuación de estos apuntes, se los dejo con mucho cariño)

Bartolo Cárdenas

(La foto muestra un antiguo barracón de cualquier ingenio azucarero)

  En el barrio de los negros, en el Central España, quedaban vestigios de aquellos horrendos barracones de antaño, donde vivían hacinados los pobres esclavos que trabajaban de sol a sol para producir el azúcar. El espacio, rodeado de murallas que aún perduran, lo aprovechaban familias de muy pocos ingresos u hombres solteros para cobijarse. De allí salía todas las mañanas Betanzos, con su lento caminar y el tizne del carbón impregnado en su piel, “El Chiquitico” que limpiaba las locomotoras en el patio del ferrocarril, el gallego Bouza, y Bartolo Cárdenas, negro inmenso, fuerte, de más de seis pies de estatura y una prominente calva. Bartolo era un personaje que imponía respeto. De esas personas con carácter rudo y muy “malas pulgas”, todo el mundo le esquivaba hasta el saludo. Presidiario por largos períodos, pues dentro de la cárcel cometía otros delitos que complicaban su pena, la gente decía que para él matar a un hombre no era problema y le temían. Bárbara María desde su pequeña edad lo miraba como gigante y se estremecía cuando le veía pasar. A aquella figura le rodeaba una leyenda. Nunca supo si era cierto o falso esa condición de “asesino” con que lo habían sellado, pero si recuerda que los últimos años de su vida estuvo libre, en su pequeño espacio en el otrora barracón, y caminaba algo encorvado como si le pesaran los años que vio pasar entre rejas. A Amalia, quien andaba en medias y tacones, collares y suave perfume, le vio un día saludar a Bartolo, y él responder con afecto, mientras llevaba el pan de la bodega. Imagina su rostro sorprendido y atemorizado, cuando la madre con su voz dulce e intensa le dijo: “No te asustes, él no es capaz de hacernos nada. Estuvo preso porque una vez torció su camino, pero si está libre es porque cumplió su deuda. Es un ser humano, y como tal, merece ser tratado…” Abril 7 de 2010, 4.20 p.m

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