Honduras: Barbarie en pleno siglo XXI
Y me preguntó mi hijo más pequeño, cuando vio en la noticias de Tele Sur al presidente constitucional de Honduras, Manuel Zelaya, denunciar que los golpistas lanzaban bombas lacrimógenas: - Mamá por qué en el mundo permiten esa barbarie?
Lo dijo de tal manera a la altura de sus nueve años, que lo tomé de la mano, nos sentamos en el quicio de la casa e iniciamos una conversación para tratar de hacer un análisis lógico del contexto.
La situación imperante en Honduras, preocupa a las personas honestas que habitan el planeta, y la inquietud de sentar precedentes en pleno siglo XXI de dictaduras militares en la región centroamericana, con el propósito de reprimir los inevitables movimientos de los pueblos en aras de una sociedad justa.
El gobierno de facto de Micheletti y su pandilla traspasó las leyes universales con tal desenfado que merece un exhaustivo estudio por parte especialistas en relaciones internacionales para delimitar de dónde viene el apoyo incondicional a ese antro dictatorial que le admite actuar con absoluta impunidad.
Zelaya llegó a Tegucigalpa para ponerse al frente de su pueblo, que lo reclama, e instaurar nuevamente su gobierno constitucional, entiéndase electo por su pueblo, aprobado por su pueblo, respaldado por su pueblo.
El 28 de junio, quedará en la historia de Latinoamérica como el día en que un Presidente legítimo fue sustituido por un grupo de oligarcas que, por la fuerza, secuestraron al líder, lo llevaron a otra nación e iniciaron en el pequeño país una dictadura militar.
Le conté a mi vástago del sufrimiento del pueblo de Chile, cuando en 1973 Salvador Allende, hombre digno y entero, entregó su vida por la causa noble de los pueblos, de las dictaduras en Suramérica, de Argentina y las Madres de la Plaza de Mayo, de la Operación Cóndor y los miles y miles de desaparecidos, seres humanos que querían un mundo mejor
Con la inocencia innata de esa edad, y la experiencia de vivir en Cuba, mi hijo con ojos asombrados y voz segura me apuntó: Chica tu eres periodista, escribe bastante, para que todo el mundo se entere
Cumplo ahora mismo su solicitud y el sacerdocio de esta profesión, denunciar, otra vez, para el mundo lo que ocurre en Honduras.
Tal vez a Micheletti le quede un ápice de conciencia y decida devolver, a quien le corresponde, el cargo que usurpó, que deje de violar las leyes internacionales y evite manchar de sangre el sagrado suelo de Morazán. Debe recordar que la Embajada de Brasil es una sede diplomática inscripta a tratados, que los hombres y mujeres del pueblo demuestran con su resistencia que quieren el orden y la constitucionalidad para su país.
Ojalá, que en el futuro, cuando mi hijo se siente en el quicio, con su descendencia pueda contar un desenlace atinado de estos hechos en la primera década del siglo XXI, y recordar los tiempos de barbarie como acontecimientos equivocados de la historia
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