Prodigiosas voces en un aposento de libros
Por Gabriela González (estudiante de periodismo)
En un aposento de libros, de nombre Gener y del Monte, El Coro Femenino de San Francisco, junto al Coro de Cámara de Matanzas, nos ofrendó un regalo para toda la vida: un canto Coronado de voces que hechizan y levantan el vuelo del espíritu.
Cuando la brisa de la bahía de Matanzas comenzaba a anudarse entre las colosales columnas de la biblioteca, se presentó frente a los espectadores ese grupo de coristas mujeres y hombres, que dirigidos por el Doctor José Antonio Méndez Valencia nos seducían con la canción de Pablo Milanés ‘’De que Callada Manera’’, pero transformada ahora en una cadencia de voces vibrantes y conmovedoras.
“Ese es el mejor coro del mundo’’, gritó una pareja de foráneos en un idioma fusionado entre el español y el inglés, mientras los aplausos retumbaban en las paredes.
Después de que el Coro de Cámara de Matanzas ya había recibido las loas de los espectadores con canciones como El Cumbanchero y un Negro Spirituals, llegaron dos filas de muchachas con trajes blancos y rojos para deslumbrarnos con el sonido de sus voces lozanas.
Fue como sentir que el alma salía del cuerpo para flotar en un airecillo cálido y dulce. Las niñas sonreían entre canciones líricas latinoamericanas y estadounidenses, no había diferencia con ninguna pieza musical de una región u otra, a todas le concedían la pasión de quien ama lo que hace .
Con sus rostros sonrojados y brillantes le recitaron a la libertad e independencia de los pueblos con la pieza, La Paz de este mundo, compuesta por la cubana –americana Tania León.
Vocalizaron también en su propio idioma, selecciones tradicionales estadounidenses. Más, demostraron que la música no requiere de palabras para ser entendida porque ella constituye el lenguaje universal de los hombres.
Con sus manos de mujercitas arrullaron al niño de la canción Duerme Negrito, ocasión en que dos coristas demostraron en solitario que el grupo coral ampara voces sobrenaturales, prodigiosas.
Una de las niñas, la más sonriente de todas, temblaba de la emoción. Las columnas de mármol de la biblioteca parecían escuchar atentamente el canto y los espectadores no cambiaban su rostro de asombro ante esa creación humana.
Así fue como la vida, el destino o sabrá dios quién, nos confeccionó esa ofrenda para guardarla en el cofre de lo nomeolvides.
“La ciudad de San Francisco posee una bahía también hermosa como la de Matanzas, y está colmada de puentes’’, expresó la soprano de origen salvadoreña entre una canción y otra.
Entonces, cuando la política en ocasiones aún nos coloca fronteras, nos quedan los lazos que unifican a dos ciudades en distintas naciones del planeta, por medio del buen canto, y el amor de los habitantes a su bahía, a sus puentes y a la magia que inspira al excelso arte.
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