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barbarisima

El que no se llamó Ernesto

El que no se llamó Ernesto

La historia me llegó de primera mano y prometí contarla.

El Che Guevara como ser humano o como leyenda supera cualquier expectativa y se nos implanta en cada molécula.

Fue por azar que dos jóvenes se encontraran en la ciudad de Matanzas. El amor rondó sus vidas y compartieron agradables jornadas de alegría, felicidad y desaciertos.

En sus continuados encuentros, de tardes junto al río San Juan, el malecón de la bahía o durante las noches a su paso por el puente de Tirry, concebían planes para un bello futuro de armonía y felicidad.

La muchacha estudiante de economía, el joven aprendiz de periodista, con unos años, que en ocasiones parecían siglos, más que la estudiante.

Ambos admiraban y querían la figura de Che Guevara, a tal punto, que en una de esas noches quietas, tomados de la mano prometieron que llamarían a su primer hijo, fruto de amor sincero, Ernesto, para en él rendir por siempre tributo al hombre que partió tan joven, en el recóndito paraje de La Higuera, en Bolivia.

Muchos varones en Cuba y en varios países del mundo levantan ese nombre con orgullo, aunque estén o no inscriptos con él.

Estos jóvenes pretendían sellar su amor en un pacto noble. La vida, los llevó por otro camino. Tal vez los años que él le superaba, o la nostalgia de ella, o la estrella que los abandonó a su suerte…

Pasado el tiempo, él buscó otros amores y descendencia. Ella también encontró su media naranja y procreó. Para su sorpresa, el primer hijo varón nació un ocho de octubre…

Los protagonistas pidieron anonimato, ahora mismo, cada uno por su rumbo, rinden homenaje al Che Guevara, desde cualquier rincón de la tierra.

Yo cumplo la promesa de compartir la historia por estos días de octubre.

La mujer, dama de palabra, nunca pudo romper el pacto sagrado, sellado bajo la luna en aquella noche quieta.

El hombre desanda el planeta detrás de la noticia, convencido de que a este mundo le falta un ser humano que debió llamarse Ernesto…

2 comentarios

Gustavo -

Me sé la historia mejor que nadie. El, de 24 años, creía en las ideas de Che, pero lo del nombre tuvo que ver con el Guerrillero y también con Ernest Hemingway, uno de los escritores favoritos de él que era (es) casi 8 años mayor. Se conocieron el 22 de septiembre de 1987 y a pesar de la diferencia de edad, pronto hicieron click gracias a una canción de Silvio llamada "Yo digo que las estrellas". El se creía con ventajas porque la madre de ella (que se llama Mercedes como la mujer de Gabriel García Márquez) lo adoraba, pero la vida a veces es absurda y ella, que se llama Lizy, jamás lo aceptó "para irle a la contraria a mi mamá". Hoy ella ama a un hombre llamado Norberto y el, que vive en México, adora a una mujer que se llama Roxana, pero a cada rato celebran que no siempre el amor tiene que ver con las relaciones de pareja. Aunque es rico cuando eso sucede. Por cierto, el, se muere de ganas por un día compartir con dos de las joyas del periodismo de Matanzas, Regla y Bárbara. Bárbara y Regla, a quienes quiere como a dos divinidades que conservan gran parte de la inocencia de cuando fueron niñas.

Regla -

Amiga, Barbarísima. Conozco la historia desde aquellos días en que tomados de la mano él y ella andaban por las calles de Matanzas,soñando y tejiendo a aquel niño que se llamaría Ernesto. A cada rato le recuerdo a él la imagen sin nacer que todavía hoy ronda en su cerebro y lo hace ser, como siempre, un "personita felíz".
Tú, como yo, sabes que Ernesti sigue ahí, en los que tuvieron mejor suerte y llegaron a ponerle el nombre y en los que como yo no lo pensaron (digo el nombre) pero quieren que su hijo haga lo posible e imposible por ser como Ernesto. Un beso. Me gusta el trabajo. Es exactamente digno, real...